sábado, 25 de julio de 2009

La dama duende.

Aún con la sensación de prodigio rondando un espacio que es común al mío me veo afuera. Y he pensado que voy a entrar, que quiero ser parte de la comedia de esta noche y de las del resto de las noches. Es fácil entrar a formar parte de la escena cuando se te llama tan persuasivamente. Ayer pude formar parte de la función LA VIDA ES SUEÑO y, sin embargo, nadie me vio. Tampoco me notarón Rosaura o Clarín acariciándoles las manos, no pudo darse cuenta Segismundo de que lo envolvía en humo que soy, falso como todos los personajes, de que estaba con él cuando soñaba, fantástico como toda la obra. Una obra fantástica que anoche la compañía aliñó con toques extemporáneos o atemporáneos o fuera de todas las temporadas (menos la de El Corte Inglés, que es como Dios) o como se tenga que decir, acentuando su carácter de prodigio, de extraordinario. Escenografía y vestuario acordes. Sonido y luces necesarios, justos cumplidores de su labor. Y gran interpretación, a nivel individual la mayoría de los principales y, sobre todo, a nivel de conjunto, cuando se pudo ver lo mejor de la obra o su plástica. La sensación de prodigio me dura hoy por la mañana y mezclándose con mi espacio sigo viendome aún dentro de LA VIDA ES SUEÑO. Pero hoy toca capa y espada. Voy tomando carrerilla.

Capa y espada es un género de la época como en el cine contemporáneo lo han sido los westerns o las comedias románticas. El enredo, los galanes, las damas, líos, picardías y, por supuesto, espadas no faltan en él. Lo caracterizan desde Lope de Vega y Calderón tomó buena nota de ello. En su primera época, aún sin hacer su teatro más reconocido, filósofico y de mucho aparato escénico, la comedia de capa espada protagonizaba su producción. LA DAMA DUENDE es, en este sentido, claro ejemplo.

No puedo mentir ni desdecirme tan pronto de lo que dijera por aquí hace unos días, cuando presentaba LA VIUDA VALENCIANA. Aunque los textos dramáticos no se han escrito con el fin principal de ser leídos hay algunos en los que cabe experimentar su lectura tanto como su espectación (si no existe esta palabra ya la pueden ir inventando). En ningún caso, sin embargo, me parece que pueda ser éste el caso de las comedias de capa y espada, aburridas en su lectura. Pero luego están los directores, y están los actores. LA VIUDA VALENCIANA es uno de los textos que más me han aburrido y es también, por el momento, lo mejor de este festival cuyo final se viene acercando peligrosamente por esta vez también. Ocurre cada año. Pienso en la obra del lunes y lo primero que se me viene a la cabeza es limpieza. En el verso y en los movimientos, en un escenario que a mi no me parecio recargado ni me estorbó y en una trama que, entonces sí, entretuvo e hizo reír al público.

LA DAMA DUENDE debe recordar a la viuda en muchas cosas: doña Ángela es manipuladora como Leonarda, ella no deja que su pretendiente don Manuel la conozca, y resulta reconocible el mismo aire erótico que, todo hay que decirlo, resulta menos pícaro que el de Lope. Un pasaje secreto que permite una alacena que, sola, separa las habitaciones de los protagonistas y a jugar. Unas vueltecitas de tuerca y a ver si se desenvuelven tan bien como los valencianos. ¿Se nota mucho que no la he leído?

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